“¿Y usted, cómo sabe tanto?”, le preguntan a la ferretera

Hay que decir la verdad: parecería que a muchos les sale humo de las orejas cuando ven que una mujer les desarma una máquina y les explica con lujo de detalles qué es lo que dejó de funcionar. “Al principio me preguntaban: ‘¿puede llamar a uno de los empleados?’”, cuenta Rita Rico, una de las dueñas de La Casa del Taladro. Un negocio familiar que funciona desde hace más de 40 años y que tiene servicio técnico de máquinas (especialmente las que se usan en la construcción) y ferretería. Ella y su hermano se hicieron cargo hace una década, “Yo llamaba al empleado, pero al final siempre terminaban consultándome a mí”, agrega.

Frente a tanta rareza, muchos clientes la apodaron la “ingeniera” cuando de verdad Rita es Licenciada en Criminalística. “Necesitan encasillarme bajo algún título; por eso algunos terminan diciéndome ingeniera, aunque les explique que no lo soy”. Además de una cuestión de género, Rita es menuda, flaca y nada en ella invoca un aire rudo o varonil. Una característica que se podría esperar en este rubro dominado por los varones. “La imagen que tienen de una mujer con taladro es que está por colgar cortinas y nada más. La verdad es que vienen muchas mujeres aquí que se dedican a fabricar muebles y manejan herramientas”, reconoce.

Un taladro, una amoladora, una sierra circular o un rotomartillo son algunas de las herramientas clásicas que le ha tocado a Rita recibir, ver y diagnosticar. “Viene uno y te dice: ‘el juego de carbones que me vendió es chico’. Yo abro la máquina, me fijo y resulta que lo ha puesto en otra parte. O le explico que se fundió porque no la dejó descansar lo suficiente”, cuenta. Son problemas frecuentes y por lo general a los varones les cuesta aceptar que se equivocaron. “A esa no la sabía”, responden algunos y otros: “Y usted, ¿por qué sabe tanto?”.

Pese a que es un rubro donde el machismo tiene vía libre, Rita asegura que las mujeres no deben achicarse. “Tenemos la misma o más capacidad para hacerlo. Ese el mensaje después de todo”. Además de la experiencia diaria, mucho de lo que sabe lo aprendió de su papá y también de su hermano. Y hasta ha llegado a dominar el lenguaje encriptado de algunos clientes. “Se acercan al mostrador y te piden: el coso, que va dentro del otro coso y que hace andar la máquina”, cuenta entre risas. Por suerte, a todos esos “cosos” también los conoce.

Le han sucedido cosas insólitas, como cuando un señor le pidió que le arreglaran su bordeadora. “¡Era un palo de escoba que tenía atado en un extremo una amoladora con disco y le colgaba una llave para prenderla!”, cuenta. Tuvo que soportar la indignación del sujeto cuando le respondió que eso no era una herramienta, sino un arma peligrosísima. Por momentos también ha ejercido de psicóloga, sobre todo cuando lo que se rompe es una herramienta con la que se ganan la vida. “Tenés que estar preparada para todo”.

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