LA REALIDAD DE LOS NIÑOS INMIGRANTES EN CHILE

Cartas al Director.


LA REALIDAD DE LOS NIÑOS INMIGRANTES EN CHILE


29-09-2015 - 07:59:07

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n su discurso al Congreso de EE.UU., el Papa Francisco llamó a tratar a los inmigrantes “como personas”. Mensaje que toca de cerca a nuestro país, si consideramos que en los últimos 8 años los extranjeros residentes en Chile aumentaron en más de un 78%. Una especialista de la U. del Pacífico analiza esta realidad que exige un importante cambio cultural, partiendo desde las familias y los colegios.
La inmigración es un fenómeno que llegó para quedarse. De acuerdo a estadísticas del Departamento de Extranjería y Migraciones (DEM), en Chile hay 352.344 extranjeros, lo que equivale al 2,08% de la población total, sin contar el porcentaje de inmigrantes en condición de irregularidad. Cifra inexacta, pero que sin duda va en alza.
Con ello, poco a poco va cambiando el paisaje, porque de alguna manera los rostros, sonidos y sabores de los inmigrantes se van integrando a la cotidianidad de nuestras urbes. “La ciudad va cambiando, integrando a algunas áreas y excluyendo a otras, a todas estas personas que vienen, muchas con sus familias, en busca de un mejor futuro, mayor seguridad y oportunidades económicas”, plantea la psicóloga Guila Sosman, docente de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico.
En este panorama, llama la atención la gran inmigración femenina proveniente de los países vecinos, quienes al estar ya establecidas buscan trasladar al resto de sus familiares. “Estas movilizaciones que parecen sencillas, no lo son. Implican sacrificios de toda la familia, tanto económicos como emocionales, ya que deben despedirse de sus raíces, de parte de su historia, de todos aquellos detalles, aromas, comidas y melodías que fueron configurando quienes son. Todo esto para desplazarse a un lugar en general desconocido, únicamente sostenidos por muchas esperanzas y pocas certezas, por muchas dudas y pocas respuestas”, señala Sosman.
Es en este escenario, la especialista indica que las niñas, niños y adolescentes, la mayoría de las veces se ven obligados por el mandato familiar a salir de sus hogares y ciudades natales para viajar a otro país y reunirse con la primera persona de su familia que inició esta aventura. “Muchas veces esta decisión no es tomada libremente ni siquiera por los adultos, por ejemplo en contextos de guerra o de pobreza extrema, en los cuales la meta es sobrevivir. Si los adultos se ven forzados a cambiar de nación, los niños aún más, ya que no sólo no deciden, sino que su opinión y sentir queda probablemente invisibilizado y sólo deben seguir a los adultos por el bien familiar”, acota.
Para los pequeños este proceso no es fácil. “Para su desarrollo integral se necesita del apoyo, contención y protección de sus cuidadores principales. Sin embargo, éstos se encuentran en un momento de adaptación e incertidumbre, en el proceso de ajuste a la sociedad de acogida, lo que conlleva búsqueda de trabajo, domicilio, etc. Dado lo anterior, posiblemente los adultos cuidadores estén menos disponibles emocionalmente para responder de manera satisfactoria a las necesidades de sus hijos e hijas”, plantea la psicóloga.
La educación: un derecho
Una de las necesidades y derechos principales que tienen los hijos de los inmigrantes menores de 18 años es acceder al sistema educativo formal. Esto, de acuerdo a la Constitución chilena, así como también a varios de los tratados internacionales y regionales que ha ratificado Chile, comenzando por la Convención sobre los Derechos del Niño. “No obstante, de acuerdo a datos del Informe Experto sobre el Fenómeno Migratorio en Chile (2011), en nuestro país existe una segregación respecto del tipo de establecimiento educacional al que asisten los niños inmigrantes procedentes de los países vecinos de América del Sur. Estos niños y niñas acuden principalmente a colegios municipales, a diferencia de los de nacionalidad chilena, estadounidense o europea, que acuden a establecimientos particulares”, comenta la docente de la U. del Pacífico.
En este sentido, Guila Sosman señala que el limitado acceso a la educación para los inmigrantes de Sudamérica, refleja la reproducción y perpetuación de la segregación al interior de la sociedad chilena. “El acceso diferenciado a los establecimientos educacionales no es un tema menor, ya que como es sabido, en Chile la educación pública o municipal no tiene la misma calidad que la particular y tampoco ofrece las mismas proyecciones a futuro, en lo que respecta principalmente a la continuidad de los estudios o a la inserción laboral”, dice la psicóloga.
Sosman va más allá, ya que entiende que la discriminación se sitúa previa a este proceso. “Las familias peruanas o bolivianas posiblemente tendrán un acceso restringido a la educación de calidad que buscaban, pero no sólo eso, sino que antes de ingresar al sistema educativo posiblemente encontrarán barreras de parte de los mismos operadores del sistema. Esto se observa en que los jardines infantiles y colegios, al tener un cupo limitado de estudiantes, intentan privilegiar el ingreso de alumnos chilenos, burocratizando la incorporación del niño o niña migrante. Así solicitan innumerables documentos y su legalización antes del ingreso al colegio o someten a distintos test y pruebas a estos niños”, dice la especialista.
Pero más allá de cual sea la táctica empleada, Guila Sosman señala que lo relevante es que de manera directa o indirecta se está discriminando a una población que se encuentra ya en una situación de mucha vulnerabilidad e indefensión. “Cuando los niños y niñas provenientes de los países vecinos acceden al establecimiento educativo, acceden también al país de acogida, a su cultura, a sus costumbres y comienzan a integrarse a nuestra sociedad. Sin embargo, aunque este puede ser un proceso positivo en el cual comienza a establecer relaciones con sus pares e iniciar aprendizajes importantes, también puede ser un proceso difícil, si consideramos que existen algunos colegios donde son discriminados por sus profesores, compañeros y compañeras”, advierte.
Esta discriminación se puede observar en las creencias y prejuicios que tienen los menores respecto de los extranjeros. “Una muestra de esto es una encuesta de UNICEF (2004) aplicada a niñas y niños chilenos, en la cual se observó que éstos se consideran ‘superiores’ a los de países vecinos, principalmente a los peruanos, luego bolivianos y argentinos, constatándose que existe un rechazo hacia quienes proceden de países pobres o que tienen un origen indígena”, relata la docente de la U. del Pacífico.
Para la psicóloga, estos prejuicios probablemente son transmitidos y compartidos por las familias. “Esto ayuda a crear un ambiente desfavorable para la inclusión y tolerancia de los inmigrantes, que son vistos no sólo como inferiores en ciertas oportunidades, sino también como enemigos que vienen a usufructuar de los recursos y beneficios que existen en nuestro país, quitándole posibilidades a los propios chilenos, tanto en el ámbito laboral y educacional, como respecto de las prestaciones en salud y vivienda”, precisa.
Cuando este tipo de segregación se da al interior de los colegios, Sosman señala que es preocupante, ya que la escuela es un ámbito de socialización fundamental, por lo que dice que “se hace necesario que sea justamente allí donde se intervenga para disminuir la intolerancia existente hacia la infancia inmigrante”.
Reconoce sí que el disminuir la discriminación en las escuelas es un tema complejo que tiene muchas aristas y actores. “Sería tener una mirada reduccionista el que se tenga que intervenir únicamente con los niños y niñas, cuando están involucradas las familias, los docentes y directores de las escuelas, la sociedad y las políticas en infancia e inmigración, entre otros”, aclara.
En esta realidad, aconseja cómo influir y actuar. “Se observan distintos niveles de intervención, pero al que tenemos que poner especial foco es a la sensibilización y toma de conciencia, pues mientras percibamos al inmigrante como el “enemigo” o la “competencia” estamos bajo una lógica dicotómica, en la cual existen polos del ganador/perdedor, superior/inferior”, indica.
Bajo esta lógica, el ser chileno o extranjero son términos que se excluyen y no se complementan. “Sin embargo, un sistema educativo en el cual se favorezca la tolerancia a la diversidad, el respeto y conocimiento de las distintas culturas y costumbres, puede incentivar a cambiar la visión de la competencia a la complementariedad”, asegura.
“De esta manera, el paisaje de la ciudad, ahora con más colores, distintos aromas y sabores, nos enriquece y llena de oportunidades de aprendizaje, cuando somos capaces de ver a los migrantes y empatizar con sus sufrimientos, sacrificios, sueños y esperanzas”, concluye la docente de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico.


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