La ilusión por contar mentiras

GUADALAJARA, JALISCO (03/MAY/2015).- ¿Por qué resulta importante la subsistencia a lo largo de los años y de los siglos, de historias que tienen como protagonistas a caballeros de brillante armadura que emprenden una cruzada épica o defiende a los pobres, como Robin Hood? ¿Por qué el mito de Papá Noel es un artículo de nuestra canasta básica? ¿O las historias de princesas siguen estando a la orden del día? La información que se hereda de generación en generación provoca lazos y hace que la cultura no desaparezca, sí, pero es sobre todo —en términos muy básicos—, una actividad humana que hace, de la manera más simple y quizá con un objetivo absolutamente romántico, que el mundo mantenga sus ilusiones.

Según expertos la “ilusión” que viene del latín “illusio”, que va implicíta en el arte contar una historia fantástica, no solamente educa, sino que también sensibiliza a toda una comunidad. Y es un conocimiento que se transmite generalmente de padres a hijos.  Las historias son infinitas, épicas, satíricas, de aventuras, fantásticas, bíblicas; sin embargo, en este caso la importancia de hacerlas transgeneracionales es para mantener viva una esperanza, en ocasiones manteniendo las mentiras de infancia.

“La ilusión —señala la psicóloga Margarita Fonseca— es parte de mantener la magia de la vida, es la necesidad de creer en algo más grande que nosotros, algo más allá de la comprensión”.

Así, aprendimos historias como las de  los tres reyes magos, La historia sin fin, El gato con botas, Papá Noel, el conejito en la Pascua y la creencia de un ratón que nos deja dinero cuando se nos caen los dientes, entre otras más.

Begoña González Cosío, publirrelacionista y madre de dos hijos, afirma que la ilusión es “mantener el sentimiento de alegría”. Recuerda a los héroes favoritos de sus hijos: Robin Hood, Kiriku y Avatar, la leyenda de Aang.

“Es importante el pensamiento mágico en la infancia”, señala la psicóloga. “Los cuentos ayudan a simplificar el conocimiento, fomentan la capacidad de ponerse en el lugar del otro y esto hace que los niños sean más comprensivos”.

Los cuentos alimentan la ilusión de la vida, promueven el uso de la imaginación y de la comunicación, y en este segundo concepto, hablamos de que se propicia un uso diferente del lenguaje (profundo y amplio), así como una visión transversal de la existencia.

Sugey González es madre de una hija de un año y agrega: “Yo convivo con un niño de seis años —hijo de mi marido— y me maravilla el entusiasmo con que vive la espera y el proceso de las navidades, imagínate es abril y ya está hablando de la Navidad que viene. Cuando estaba embarazada, el niño (hermano mayor hoy) le contaba a la bebé lo que iba a pasar todos los años y hablaba de que el año empezaba con su cumpleaños y de que ella también tendría un cumple y su mamá la festejaría (…) luego vendría el día de la mamá y el día del papá y luego pasaría el tiempo y vendría Halloween que es lo más bonito, porque se disfrazan y les dan dulces, pero lo más lindo era la Navidad porque viene Santa y trae regalos, aunque ella no iba a ver a Santa porque llega cuando todos los niños duermen, pero entonces él se iba a quedar despierto para verlo y grabarle la voz en el celular cuando se riera, porque si le tomaba fotos, se escucharía ‘clic’ y Santa huiría… Maravilloso”, cuenta Sugey y afirma que la ilusión  está subvalorada, pero al mismo tiempo “se invita a las personas a mantener su inmadurez cívica y un pensamiento mágico preadolescente, es una cosa esquizoide”.

Afirma que se deben preservar las narraciones y los ideales, “el tema de los dientes se me hace una ocurrencia buenísima, porque es una cosa muy gratuita. Cuando me enteré que había un ratón que dejaba dinero por un diente, no me lo podía creer”. En este sentido, los adultos aunque en su pensamiento racional dejen de creer en el hecho mágico como tal, los relatos y las historias son parte de su memoria emotiva. Crecer nos hace estar exentos.

La psicóloga afirma que “tanto niños como adultos, al contar los cuentos o los mitos se vuelven más lúdicos, más graciosos. Al final de cuentas, ¿qué sería de nosotros sin la magia?”.

"Ya sé que el ratón de los dientes no existe"

“Mamá, ya sé que el ratón de los dientes no existe”, me dijo mi hijo de siete años el día en que se le cayó un diente. Tenía poco dinero en ese momento y me sentí aliviada. “Ya sé que eres tú quien me deja el dinero”.

“¿Yo?”, dije con cara de sorpresa —al menos así me pareció—, “pero, ¿por qué dices eso?”.

“Porque ya lo sabía”. Él lo sabe todo. “¿Cuánto me vas a dar por este diente?”, agregó.

Me quedé sorprendida. Si los adultos damos continuidad a estas historias, especialmente a la del “ratón” —o el hada—, es para alentar a los niños que dejen que su dentadura caiga con libertad —o sean removidos, hay que recordar que hay casos difíciles— para ser renovada. Es un aliciente el pensar que se caerá un diente y aunque habrá un hueco en la boca, la alcancía tendrá una moneda —o un billete— más. Pero sí él ya sabia que era yo quien “pagaba” por el diente, ¿por qué exprimir mi cartera?

Tal vez habrá que fingir que eso no ocurrió y continuar con la historia, como siguen las otras, ilusiones que generan en él una encantadora expectativa, una ilusión que deja que sus ojos brillen y su imaginación vuele y vuele...

AM


TOMA NOTA

Algunos personajes ilusorios

xxxy Papá Noel o Santa Claus:el de los regalos en Navidad.

xxxy El coco: el que llega si no duermes.

xxxy El ratón de los dientes o Pérez (en España) o El hada de los dientes: el que paga por una buena pieza de calcio.

xxxy El conejo de Pascua: el que lleva dulces a los niños.

xxxy Las despeinadoras: esas criaturas que velan tu sueño por la noche, mientras te despeinan.

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