Alertan sobre el incremento de la violencia en los hechos delictivos

Lo revela la psicóloga Luciana Sarmiento, integrante del equipo técnico del Juzgado Penal de Niños y Adolescentes y docente de la carrera de Licenciatura en Psicología en la Universidad Autónoma de Entre Ríos (Uader). “Últimamente, lo que más vemos son delitos derivados de enfrentamiento entre bandas en los barios, o entre familias. La violencia está totalmente naturalizada, cuesta hacer entrar la palabra para acercarse al otro, porque el otro es visto como un enemigo. No se pueden hermanar. Hay muchas muertes que preocupan entre los adolescentes -dice-. La mayoría de los delitos que tenemos desde mediados de 2012 hasta ahora se caracterizan por el incremento de la violencia, aparece mucho el uso de armas, y las drogas”.

Un combo preocupante.
– Sí, bastante preocupante en realidad.

¿Qué rol ocupa un psicólogo en un gabinete penal juvenil?
– Cada vez que un menor llega con una causa al juzgado, lo que trato de hacer, en cada entrevista, es poder encontrarme con ese otro que es un ser humano igual que uno. Lo que busco es dejar a un costado todas estas demonizaciones que se hacen de los adolescentes, como si fueran una plaga, una amenaza, y poder conectarme con un pibe que tiene 16, 17 años, 14, 15, en el caso de los no punibles, y saber qué le anda pasando. Saber por qué elige estar con un determinado grupo de chicos, por qué elige portar un arma, cuál es el sentido para él, si es defensa, si es la de pertenecer a algo, si es un modo de acceder a un poder del cual está totalmente excluido. La verdad que acá llegan pibes pobres.

¿Es una sesión de terapia?
– Mi trabajo apunta a encontrar un punto de responsabilidad subjetiva del chico. Pero esto siempre teniendo en cuenta que yo no soy una psicóloga de un consultorio, yo estoy inmersa en una maquinaria punitiva. El Poder Judicial tiene toda esta impronta, entonces yo no puedo olvidarme que en ese chico despierto todas esas ideas acerca de lo que es la Justicia. Y en relación a eso, es lo que pasa en una entrevista. El chico se pregunta quién es la persona que tiene enfrente: ¿es una buchona del juez, es policía, es alguien que realmente me quiere conocer? Todas esas fantasías giran en torno a la intervención con un psicólogo, que en realidad el chico no pidió, porque él no pidió ir a un psicólogo para pedir ayuda. Entonces, toda la dinámica es distinta a la de una sesión en consultorio.

¿Se logra ese objetivo de contactarse con la persona en este ámbito?
– En muchísimos casos, sí. En los que cuesta más es en aquellos chicos que están más posicionados en esta cosa omnipotente de que a mí nada me importa, que soy fuerte, que la justicia no me toca, que yo estoy por fuera de todo esto. Lo que nosotros buscamos es, aunque sea, conmoverlos. Es eso.

-¿Todos en el sistema penal juvenil apuntan a eso mismo?
-Siempre nos preguntamos para qué estamos todos los operadores del sistema de responsabilidad penal juvenil, cuál es el objetivo en común, y yo creo que todos debemos ir tras un objetivo común. Si no, es como el juego del Antón Pirulero. Si el psicólogo hace de psicólogo al estilo clásico de consultorio, si el defensor defiende, si el fiscal investiga, pero no se sabe cuál es el objetivo de eso, es como que todos jugamos a diferentes cosas, pero es una función vacía de sentido. A mí me parece que ésa es la clave: adonde apuntamos los que trabajamos acá. Algo del objetivo de la justicia penal juvenil está en el articulo 40º de la Convención de los Derechos del Niño, que habla que ese chico pueda reintegrase a una sociedad, que tenga una función constructiva, que pueda encontrar el valor de la norma, y que se fomente el sentido de dignidad del adolescente. Me parece que todo eso tiene puntos de conexión con lo que los psicólogos nombramos como responsabilidad subjetiva. Esto de hacerse cargo de la vida de uno, hacerse cargo de las conductas que uno tiene, tanto positivas como negativas. Estas cosas básicas, que hoy están como desdibujadas.

-¿Cómo se logra que ese chico encuentre su lugar, encuentre sentido, se haga responsable, en medio de un sistema penal que no le reconoce derechos?
-Siempre nos preguntamos qué mensaje le damos a los adolescentes. En eso, está el proyecto de reforma del Código Penal, que está ahora en la Legislatura, que busca restaurar derechos. Venimos de una época del paradigma del patronato y vamos a este otro sistema de protección integral y de responsabilidad. Pero todavía estamos en un contexto ambiguo. Si bien los psicólogos siempre nos embanderamos en esto de ser como los promotores de la responsabilidad subjetiva, y de la subjetividad, y de tratar al otro como ser humano, esto lo tiene que hacer todo el sistema. El nuestro debería ser un discurso más dentro de un sistema que le está prestando atención a ese adolescente. En el anteproyecto de ley que presentamos, hablamos de la procesabilidad en casos de delitos graves como una condición obligatoria, pero también como un derecho. Y en el caso de los delitos no tan graves, como una posibilidad. Que el chico pueda acceder a eso. Hoy por hoy las causas de los adolescentes no punibles se abren, se les toma una entrevista, si hay alguna situación de vulnerabilidad derivamos, y paso siguiente se archiva. Y se lo sobresee. ¿Cuál es el mensaje? Un pibe que está acusado de un delito, pero sin pruebas. Se le vulnera su derecho a defensa, a que se escuche su palabra. Se lo silencia. Ese chico que a merced de su propio error, de su propio acto, y es un mensaje muy complicado, porque es un chico que está creciendo, que necesita límites, el límite ordena, el límite cuida. Y no el límite desde el castigo. Un límite que tiene que ver con el aprendizaje.

-¿Cómo logran dar respuestas efectivas en ese contexto?

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