Una psicóloga que ha declarado este martes en el juicio contra Luis Miguel Briz Torrico, el joven que en febrero de 2013 asesinó a sus padres y a su hermana, ha asegurado que el acusado cuando cometió los asesinatos “difícilmente sabía lo que hacía”, puesto que estaría en una fase de descompensación de su enfermedad, se “sentía perseguido por las voces y actuó en consecuencia”.
La psicóloga, que ha realizado un informe a propuesta de la acusación particular que ejercen varios familiares de las víctimas, ha señalado que unos meses antes de los asesinatos, en verano de 2012, Luis Miguel Briz se había ido a vivir solo y ya tenía problema con los vecinos, ya presentaba una “actividad delirante” y estaba “descompensando a nivel psicopatológico claramente”. Esta experta señaló que en esa época se negó a hablar con los servicios de enfermería y llegó incluso a ponerle una denuncia a la enfermera “por ir a su casa sin avisar”.
En esa época también presentaba un delirio de grandeza, al asegurar que su padre tenía “varios hoteles” y tuvo que ser ingresado para compensarlo mediante la medicación. La psicóloga recordó que el acusado fue ingresado en dos ocasiones antes de los asesinatos, el 7 de diciembre de 2012 y a principios de enero de 2013, y en ambos casos recibió el alta médica. La perito añadió que aunque un enfermo de esquizofrenia paranoide esté compensado “siempre queda un tinte delirante” y si al salir del hospital abandona el tratamiento puede volver a aparecer la sintomatología y producirse un brote psicótico como el que la Fiscalía sostiene que tuvo lugar cuando cometió los crímenes, el 28 de febrero de 2013.
Según esta psicóloga, el acusado abandonó el tratamiento dado que hacía lo que decían su padre y su hermana. Estos pacientes, prosiguió, “sufren muchísimo, tiene una angustia terrible e incluso cuando están compensados sufren más porque son conscientes de su discapacidad”.
Un testigo ha relatado que atendió a los familiares de Luis Miguel Briz Torrico entre los meses de octubre y noviembre de 2012 porque sus padres querían incapacitarlo porque el joven estaba obcecado con disponer de los bienes y el dinero de la familia, y sus allegados consideraban que “se manejaba mal con el dinero y derrochaba”. También preguntaron sobre los trámites para solicitar una pensión por la enfermedad.
Una doctora que trató a la madre del acusado explicó que esta también sufría un trastorno paranoide con ideas delirantes, que consistían en que pensaba que alguien le hacía “daño a través de los muebles”, mientras que los hijos “se quejaban de la tensión que existía en la casa”.
El juicio continuará este miércoles con la declaración de los psicólogos que atendieron al acusado.