Hay personas por las que damos todo, hasta que un día nos damos cuenta de que nos han fallado, que nos han hecho daño. Y entonces, todo cambia. La primera reacción suele ser la del enfado, la ira. Después se pasa a la decepción y la tristeza, y todo ello, si no hacemos nada por evitarlo, acaba derivando a una sensación de odio y rencor hacia una persona que hasta no hace mucho, había sido vital en nuestra vida.
Hay mil y un motivos en la vida que puedan ser generadores de rencor”, explica el psicólogo Nacho Coller. Lo cierto es que los motivos son tantos, que casi todos nos hemos visto alguna vez arrastrados por ese rencor, que como también apunta la conocida psicóloga Patricia Ramírez Loeffler, “es un sentimiento que genera mucho sufrimiento y que, encima, es inútil”.
De hecho, si bien el amor, entendido en su sentido más amplio, puede favorecernos, el acumular odio puede tener consecuencias negativas para nuestro propio bienestar. Como insiste la experta “avivar el rencor solo te lleva a tener tu foco de atención en otra persona, en lugar de invertir energía en hacer cosas que te hagan sentir bien a ti”. Pone un ejemplo muy visual Nacho Coller, que compara la mente con una pasta de dientes en la que “si aprietas y aprietas, y no abres la rosca, el tubo puede explotar.
El apretar sería el equivalente a pensamientos o recuerdos negativos que aparecen de forma continuada provocando emociones intensas que nos atascan, como la angustia, la ira, la envidia, el rencor o el resentimiento. La explosión bien podría ser alguna de estas emociones, o hacer o decir cosas de las que uno luego pueda arrepentirse, o simplemente tener mal humor de forma perenne, el equivalente a avinagrarse, que no es poco”.
Por eso, si preferimos optar por la inteligencia emocional en vez de por el “avinagramiento” sin necesidad, los expertos recomiendan seguir estos sencillos pasos:
Si diste más que tu ex, ¿qué más da? Uno de los motivos por los que solemos empezar a generar ese rencor es por la sensación de que damos mucho más de lo que recibimos. Sobre todo si esa relación termina, y el balance no nos sale positivo. “Imagina que es cierto que te has entregado más, que has sido más generoso o generosa, que le dedicaste más tiempo, que invertiste más recursos, ¿y qué más da? “, plantea la Patricia Ramírez, que insiste en que uno de los problemas de las relaciones que “esperamos que el otro sea como tú en la relación”. Así su mensaje es que “lo que diste, bien dado está. En la próxima relación ya decidirás qué hacer. No es momento de castigarte pensando en cómo no te diste cuenta, que lo tenías que haber visto venir, etc.”.
Desahógate
No hablar las cosas y martirizarnos a nosotros mismos con nuestras teorías, dudas o pensamientos, no va a ayudar en nada. Así que la primera opción lógica es hablar con esa persona, para ver si quizás todo haya sido un malentendido (no hay que olvidar que siempre hay dos versiones de una misma historia), o si vemos que realmente tenemos razón, al menos para desahogarnos.
“Puedes hablar con la otra persona siendo claro y exponiéndole lo que hizo mal, sus errores o los tuyos, siendo franco, y dando la oportunidad de pasar página juntos, tratando de ser empático, ya que tal vez no fue consciente del mal que causó”, aconseja Nacho Coller, que ve clave que al menos “te quedes tranquilo, y puedas descansar”.
A veces pasan cosas malas (y no es un drama)
Tras la crisis parece que vivimos en una etapa de “buenrollismo”, en el que cada día nos despertamos con frases y mensajes positivos, que nos dicen que debemos estar felices siempre. Pero en la vida también hay momentos tristes, por lo que debemos aceptar que nos van a pasar cosas malas, y que no todas las personas que se crucen en nuestra vida dejarán algo positivo.
Y no será el fin del mundo. “Aceptar la parte injusta de la vida es positivo”, apunta Patricia Ramírez, es decir, que si el resultado de cualquier relación personal no resulta ser ni el esperado, ni el planificado, hay que aceptar que “a veces la vida es así, no por ser una buena persona te van a salir bien las cosas, porque lo que tú valoras bueno para la relación, puede ser que para el otro no tenga tanta relevancia”. Igualmente, hay que aceptar que a veces la gente actúa con maldad, o que existen personas tóxicas que se cruzan en nuestra vida, y que en vez de agobiarnos con ello, lo que debemos hacer es aprender a identificarlas para que no volvamos a repetir esa mala experiencia.
Responsabilízate de la parte que te toca
Puede que esa persona haya cometido errores, es cierto, pero por norma general, nosotros también tendremos algo que ver en ese conflicto. No nos vendrá mal aprovechar ese momento para reflexionar en lo que podríamos haber hecho mejor, no para fustigarnos, sino para hacerlo mejor la próxima vez.
Aunque solo sea porque amar de más no es siempre positivo, o porque hayamos idealizado demasiado a esa persona o nuestra relación con ella. “Las personas entregadas y generosas creen que se lo merecen todo y no se dan cuenta que igual el motivo de la ruptura no está en todo lo que diste, sino en otros detalles que no funcionaban. Ser buena con tu tiempo, con tu fidelidad y con otros valores no asegura del todo el éxito de la relación”, reflexiona la psicóloga.
Tampoco te quedes solo con lo malo
Vale, has sufrido una fuerte decepción, pero si ha sido así, puede que sea precisamente porque es persona era importante en tu vida. Y si lo era, lo era por algo. Si has decidido dar por terminada esa relación, fuera del tipo que fuera, no te quedes solo con el final amargo, y piensa en todo lo que te aportó en su momento. Para ello Nacho Coller nos propone un ejercicio muy práctico.
Dibujar en una hoja un círculo central con las palabras que definen tu rencor por esa persona, y alrededor, círculos con las cosas positivas que te aportó antes de ese conflicto. Después cuélgalo en un lugar dónde puedas verlo. A los días, notarás como lo negativo se va diluyendo entre lo positivo. “Es un buen momento para reflexionar sobre lo importante que es centrarse en las cosas buenas para diluir lo negativo.
Cuando termines el ejercicio y hayas reflexionado para diluir el mal rollo, puedes tirarlo a la basura, haciendo una buena canasta”. En opinión del experto, lo más sano es “centrar la atención en los recuerdos positivos, y en las cosas positivas que se ha aprendido, la vida puede ser un lugar fantástico para vivir aunque te encuentres con cosas que no te agraden”.
Aprende a dar carpetazo
Lo pasado, pasado está, y estar dándole vueltas, no va a cambiarlo. Tal y como recuerda Patricia Ramírez, “las personas felices son las que van cerrando carpetas”, así que una vez que hemos hecho por digerir el disgusto, el siguiente paso es “dejar de hablar de ello, de convertirlo en un monotema, de pensar en venganzas, o de desearle que le vaya mal en la vida”, y es que todo eso simplemente nos tendrá aferrados al dolor.
“Estos pensamientos no son buenos para ti, tú no eres así. Realmente sabes que has olvidado a alguien cuando lo ignoras, cuando su felicidad no es motivo de rabia para ti. Incluso al revés, cuando eres capaz de desearle que disfrute de la vida y que le vaya bien”, concluye la psicóloga. No hay nada como dejar marchar, para ser capaces nosotros mismos de avanzar.
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