“Yo estoy bastante seguro de mi inocencia”, afirmó Damián Matías “Bebe” Cano (32) antes de que los jueces de la Cámara Penal de Tercera Nominación de Catamarca lo declararan culpable del crimen de la psicóloga María Eugenia Rojas (31), ocurrido el 29 de enero de 2013. No se sorprendió cuando escuchó que lo condenaban a reclusión perpetua. Ya le sonaban esas palabras: hace dos años recibió la misma pena por el homicidio de Susana Aguilar (58), su ex suegra.
Fue la investigación de ese asesinato la que permitió descubrir quién había matado a Rojas precisa Clarín. Hace dos años, la Policía capturó a Cano como principal sospechoso del asesinato de Aguilar. La víctima vivía sola en un departamento en el centro de la capital provincial. “Bebe” había sido el novio de una de las hijas de la mujer. Durante la madrugada del 31 de marzo de 2013, saturado por el efecto de las drogas, tocó el portero del 7º piso. “Necesito ir al baño, voy de pasada”, le dijo a la víctima cuando atendió.
Luego vendría el horror. Los peritos determinaron que Cano salió del baño diciéndole a Aguilar que no funcionaba bien el bidet. Después la golpeó con tal fuerza que la dejó inconsciente. Luego tomó un cuchillo y le dio 82 puñaladas, dejó el cuerpo en un lugar del departamento y se tomó los ansiolíticos que tenía guardados Aguilar. Cuando comenzó a recuperar la conciencia, se cambió de ropa (llevaba una mochila con prendas, porque se iba a la casa de una amiga) y prendió fuego al departamento.
A los investigadores no le fue difícil dar con Cano. Cuando se cambió la ropa ensangrentada por la limpia, dejó caer la billetera con su identificación. La Policía también encontró rastros de su sangre en la escalera del edificio de la víctima.
Tres días después, angustiado por la falta de drogas, “Bebe” confesó haber asesinado a Susana Aguilar. Según explicó, se había enojado con ella luego de que la mujer le informara a su hija sobre una supuesta infidelidad suya. Su reacción fue matarla.
Pero esa no sería su única confesión. “Quiero estar en paz. Yo maté a Eugenia (por Rojas)”, dijo ese mismo día. Hasta ese momento, los investigadores tenían poco y nada para esclarecer el homicidio de la psicóloga, asesinada en circunstancias similares a las de Aguilar: la mataron a puñaladas y luego incendiaron el departamento, donde también vivía sola.
Antes de que Cano se quebrara, el único sospechoso por el crimen de Rojas era Mauro Alejandro Orce (31), un pizzero que mantenía una relación con la víctima y estuvo dos meses detenido. Incluso después de la confesión, hubo que esperar hasta que los investigadores hallaran pruebas para poder involucrar a “Bebe”. No alcanzaba con su testimonio, había que “ponerlo” en la escena del crimen. Para eso serían clave los cotejos del ADN de Cano con el hallado en objetos recolectados en el departamento de la víctima.
Los investigadores encontraron varias coincidencias entre los dos crímenes. En ambos, “Bebe” actuó de madrugada y con un arma blanca. Al igual que con Aguilar, tenía una relación con Rojas: eran amigos y por eso la víctima lo dejó pasar a su casa. Luego la atacó por sorpresa y le dio varias puñaladas. En la última dejó el cuchillo clavado en el tórax de la joven. Para el fiscal de la Cámara, Rubén Carrizo, esa fue “su firma” como criminal.
Tras matar a Rojas, Cano fumó varios cigarrillos y usó la computadora. Luego prendió fuego la cama y el colchón, pero antes tiró arriba toda la ropa interior que encontró en el departamento. Dejó su huella en cada cosa que tocó, lo que permitió comprobar que había estado ahí. “Tuvo una conducta de criminal serial”, expresó el fiscal durante su alegato.
La semana pasada, los jueces le dieron la razón. Condenaron a perpetua a Cano por “homicidio doblemente calificado por femicidio y alevosía”. La pena se le unificó con la que ya había recibido por el crimen de Aguilar, ya que como los hechos ocurrieron en orden inverso, no se lo pudo declarar reincidente. Aún así, tiene por delante una larga estadía en prisión: recién podrá acceder al beneficio excarcelatorio en 2038. Tendrá entonces 55 años.