Al cáncer se le llama la enfermedad silenciosa. Es sabido que cuando produce malestar o dolor, la neoplasia que ha originado se encuentra en un estadio tan avanzado, que es muy estrecho el margen para afrontarla. De modo que las molestias principales, asociadas al diagnóstico y al tratamiento, son de índole emocional o psicológica, además de social y económica, en la mayor parte del proceso. De ahí la importancia de tomar en cuenta estos aspectos que, tan a menudo, se dejan de lado, por persistir en una visión biomédica, en vez de una biopsicosocial. Siendo así, resulta de vital importancia conocer y aprender a manejar estas variables psicosociales que pueden agravar el cuadro médico, todo lo cual entra en una subespecialidad de la Psicología de la Salud llamada Psiconcología.
La palabra distrés puede que nos suene a eufemismo, vale decir, un modo más suave de decir las cosas para que suenen bien y quitarles peso. Sin embargo hay diferencias o matices apreciables entre los trastornos psicológicos a secas, y el llamado distrés psicológico asociado al cáncer, es decir, aquellos síntomas o cuadros clínicos que son consecuencia de experimentar una situaciones vital estresante como es el ser diagnosticado de cáncer, con todo el estigma negativo que conlleva, asociado a sufrimiento, dolor y muerte.
No todos los pacientes que padecen cáncer responder de igual manera, pero el distrés se presenta en el 75 % de los casos, de ahí la importancia de detectarlo y tratarlo.
Aunque los síntomas puedan ser variables, se trata de un malestar emocional que perturba significativamente la calidad de vida del individuo diagnosticado de cáncer, y reta sus capacidades de afrontar situaciones difíciles. Las llamadas estrategias de afrontamiento que se despliegan ante una situación que se percibe como peligrosa, pueden modular el impacto del proceso de enfermar que, en el cáncer, supone también la incertidumbre acerca de nuestra supervivencia. Si se percibe que la demanda de afrontar la enfermedad, que conlleva someterse a tratamientos invasivos con efectos secundarios adversos, como la quimioterapia, la radioterapia o la cirugía, es superior a los recursos que el individuo percibe como disponibles, se crea una situación de crisis que da pie al malestar psicológico, en forma de ansiedad, insomnio, depresión, fatiga y otros síntomas que pueden acompañar el distrés.
Diversas investigaciones avalan la idea de que afrontar la enfermedad como un reto y con un espíritu de lucha, impacta positivamente en la calidad de vida que percibe el sujeto, y reduce o neutraliza los síntomas que conforman el distrés psicológico o emocional. En cambio, aquellas estrategias de afrontamiento que tienden a escapar o no cooperar activamente en el proceso de recuperación de la enfermedad celular, reportan una percepción negativa acerca de su calidad de vida, provocando síntomas de distrés psicológico, complicando con ello el abordaje de esta enfermedad.
Cabe suponer que los esfuerzos encaminados a tratar la enfermedad deben tender a incrementar y operativizar los recursos de los que dispone el individuo (apoyo social, acceso a los servicios de salud, percepción de control o locus etc.) y para ello es necesario que el personal sanitario involucrado entienda que forma parte de su trabajo el adquirir competencias que le permitan manejar estas variables psicológicas. No se trata de sustituir el trabajo que deben hacer los psicólogos de la salud en este campo, sino de sumarse al mismo, evitando agregar mayor angustia e incertidumbre a un proceso que, de por sí, las genera. Tener herramientas para una comunicación eficaz, informar al paciente respetando su derecho a conocer la verdad de lo que le ocurre y, al mismo tiempo, cuidando que esta información no incremente su ansiedad, sino que la disminuya, es una buena forma de contribuir a no agravar la situación. Detectar a tiempo estas variables psicosociales y derivar su tratamiento en manos de psicólogos expertos en este tema, es esencial para lograr los objetivos terapéuticos de cuidar y no solo tener como meta curar al paciente.
Diversas investigaciones avalan la idea de que afrontar la enfermedad como un reto y con un espíritu de lucha, impacta positivamente en la calidad de vida
No todos los pacientes que padecen cáncer responder de igual manera, pero el distrés se presenta en el 75 % de los casos, de ahí la importancia de detectarlo y tratarlo. Para eso es necesario admitir que el cáncer es una enfermedad multicausal y, por lo tanto, su tratamiento también debe de asumir esta visión, incorporando el trabajo que realizan los psiconcólogos. En su lugar, casi siempre se espera a que los síntomas de distrés sean graves y, en el mejor de los casos, se le deriva al paciente al área de psiquiatría, apelando esta instancia a medicar solamente. Hay que tratar, y no solo medicar, y el objetivo es aumentar la percepción de control del paciente, aminorando la incertidumbre y la angustia, a través del fortalecimiento de sus habilidades de afrontamiento.