Daniela Romero entendió desde niña que la vida le otorgaría una labor muy preciada: ser ejemplo de perseverancia para la sociedad. Por ello, siente sobre sus hombros el peso de una gran responsabilidad moral. Nació el 21 de mayo de 1986 y, aunque su familia no comprendía la condición con la cual había venido al mundo, la recibieron desde el primer día como un verdadero regalo de Dios.
«Osteogénesis imperfecta» es el trastorno genético que padece Daniela, que hace que sus huesos se rompan ante el mínimo golpe, incluso, sin causa aparente. Hoy ya no recuerda cuándo fue su última fractura. Sin embargo, confiesa que estas aparecían hasta por un simple estornudo.
En su infancia nunca faltó la alegría. Jugaba con sus muñecas, reía, cantaba y aprendía a observar el mundo desde su realidad.
“Soy una persona feliz, siempre lo he sido. Me encantan las fiestas, la música (…) Mis cumpleaños eran temáticos, me disfrazaba, usaba antifaces. Yo soy la reina de los bonches”, expresa mientras deja escapar un caudal de risas.
Recuerdos de momentos no tan gratos también vienen a su mente. Asegura que en muchas ocasiones llegó a sentirse herida por comentarios de compañeros que la percibían como alguien extraño. “Me tocó lidiar con situaciones incómodas. Escuché palabras ofensivas, pero todo era parte del proceso. Al final mis amigos empezaron a quererme y a tratarme con mucho respeto”.
Y entonces se convirtió en modelo de superación
Daniela Carolina Romero Barrios nunca imaginó que el destino la llevaría al mundo del modelaje. Ella es hermosa, carismática, pícara y tiene una sonrisa que vislumbra candidez. A pesar de esto, creía no tener “las características necesarias para llegar a la pasarela”.
Inició como jurado en el certamen Señorita San Francisco y, desde entonces, se ha convertido en modelo de motivación y constancia para todos los que tienen el privilegio de conocerla.
“Estoy aprovechando al máximo esta nueva ventana para demostrarle al mundo que sí se puede”.
Este año Daniela fue contactada por los organizadores de Belleza Igualitaria, campaña motivacional que busca romper los estereotipos de “imagen perfecta” impuestos por la sociedad. “Me llamaron para modelar junto a otras chicas con distintas discapacidades. No me negué y acepté de inmediato. Es una buena oportunidad para demostrar que somos seres valiosos”.
Un anhelo que brota del alma
Romero cursa cuarto año de bachillerato y, a sus 29 años, asegura que nunca necesitó ayuda psicológica para afrontar la realidad que le tocaba vivir. Sin embargo, desea profundamente “ser psicóloga para brindar asistencia a tantas personas que viven la desesperanza de sentirse rechazadas”.
Por instantes trata de visualizarse en el futuro y surge en ella el anhelo vehemente de convertirse en profesional de la psicología.
“Es mi misión de vida, nací para esto. Sé que puedo ayudar a muchas personas sin ser psicóloga, pero quiero todas las herramientas para hacerlo con eficacia”.
Reconoce que la carrera es muy costosa, por tanto, necesita reunir el dinero suficiente para los gastos que vendrán. “Por los momentos me dedico al manicure. Mis clientes vienen a la casa y desde acá las atiendo. Así voy consiguiendo el dinerito que necesitaré”.
Un miedo que le arrebata la calma
Pocas cosas le roban la paz, vive la vida según Dios se la vaya presentando. La osteogénesis debilita sus huesos, pero fortifica su espíritu. Ha aprendido a superar flaquezas, depresiones y malestares emocionales. Aún así, hay algo que la sumerge en un pánico inexplicable: la muerte.
“He luchado mucho por mi vida. Quiero vivir para triunfar y así lograr mis objetivos. Aún me falta llevar mi testimonio a muchas personas. Tengo miedo de morir sin haber cumplido mi misión”.
Daniela no expresa su miedo a nadie. Calla, guarda todo en su corazón y continúa luchando. Agradece haber nacido en el seno de una familia que la ama y la hace sentir como un ser privilegiado.
Su madre, Milenys Barrios, es de pocas palabras. Tiene la capacidad de transmitir con la mirada el amor puro y noble que siente por su hija. En un gesto de ternura, la toma entre sus brazos y exclama: “Vente pa’ acá, chiquita de mi alma”. Daniela ríe, se deja abrazar y la besa.
“A veces me asombro cuando veo que las personas se ahogan en un vaso de agua”, dice. Al mismo tiempo ve con preocupación que los jóvenes abandonan sus sueños por miedo al fracaso. “Debemos quitarnos los malos pensamientos de la mente. Repetirnos a diario frases motivadora es la clave”.
Daniela Romero no se cansa de reír, ¡ella es energía pura! Quien la conoce, siente el dolor que ha soportado su cuerpo, pero también percibe la alegría por haber sobresalido pese a las dificultades.
“La grandeza no está en mi tamaño corporal, sino en lo que puedo darle al mundo. Y créanme, es mucho”.
Diego Arrieta/Pasante
Fotos: David Moreno
Noticia al Día
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